España: Sensores para la detección precoz de enfermedades de la patata
El Grupo de Polímeros de la Universidad de Burgos coordina el proyecto europeo POMATO, que busca fórmulas para prevenir los ataques de ‘Clavibacter sepedonicus’ y ‘Ralstonia solanacearum’ en patata y tomate.
La globalización de los mercados ha multiplicado las posibilidades de propagación de plagas y enfermedades en cultivos tan relevantes como la patata o el tomate. Es lo que ha motivado la aprobación del proyecto POMATO, cuyo título completo hace referencia a ‘Estrategias de manejo efectivas para afrontar los brotes de Clavibacter sepedonicus y Ralstonia solanacearum en cultivos de patata y tomate’.
El proyecto está coordinado por el Grupo de Polímeros de la Universidad de Burgos (UBU) y persigue mitigar la propagación de estas dos “plagas cuarentenarias” y mejorar la seguridad alimentaria en lo que a patata y tomate se refiere.
“Lo hemos enfocado de forma colaborativa implicando a múltiples actores de la cadena de valor, incluyendo instituciones académicas, empresas agroquímicas, agricultores y socios internacionales de regiones afectadas como América Latina, así que tenemos un gran trabajo por delante”, subraya la doctora en Química Raquel Hernández.
POMATO se enmarca en el papel vital que juegan los cultivos de patata y tomate en la agricultura global y en la amenaza de las enfermedades y plagas que los afectan y que implican unas pérdidas anuales de miles de millones de euros.
“Para ponernos en contexto, en 2022 el área en la UE dedicada al cultivo de la patata fue de 1,4 millones de hectáreas, que produjeron 47,5 millones de toneladas. Encabezaba la producción Alemania (22,5%), Francia (17,0%), Países Bajos (14,6%) y Polonia (12,7%)”, apunta la investigadora.
En cuanto al tomate, la producción total en la UE en 2022 fue de 15,4 millones de toneladas de cosecha con Italia (39,8%) y España (23,7%) encabezando la producción seguidas de Portugal (9,1%).
“Por tanto, ambos cultivos son absolutamente prioritarios, así como estudiar sus vulnerabilidades y poner solución a las amenazas que los afectan”, subraya Hernández.
Las dos bacterias que va a estudiar el proyecto (Ralstonia solanacearum y Clavibacter sepedonicus) están clasificadas en la Unión Europea como “plagas cuarentenarias” que, aunque no están extendidas, han llegado al territorio de la UE y representan graves riesgos económicos y ambientales.
En cuanto a la patata, ambas bacterias afectan a este cultivo pudriéndolo o marchitándolo. Por su parte el tomate se ve afectado únicamente por Ralstonia solanacearum, no por Clavibacter sepedonicus.
“El objetivo de POMATO es combatir ambas bacterias a través de la caracterización a nivel molecular de los genes de resistencia de patata y tomate, además de proporcionar estrategias de vigilancia y detección temprana de las infecciones causadas por ambas bacterias”, señala. El proyecto también busca desarrollar soluciones naturales de biocontrol.
“Para poder hacer todo esto contamos con 16 socios: 14 de Europa, entre ellos Europatat (Bélgica), el Instituto de Cultivo y Aclimatación (Polonia), la Universidad de Wageningen (Países Bajos), el Instituto Jozef Stefan (Eslovenia) o el Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas (España), y 2 de Latinoamérica (Agrosavia, de Colombia y la Universidad San Francisco de Quito, de Ecuador) expertos en sus respectivas áreas y encargados de llevar a cabo las diferentes labores de este puzle”, apunta Hernández.
Por parte del Grupo de Polímeros de la UBU, además de coordinar el proyecto, se encargará de desarrollar sensores poliméricos para la detección temprana de ambas bacterias.
A lo largo de la trayectoria del grupo de investigación, fundado en el año 2000, se han desarrollado numerosos materiales inteligentes para la detección y cuantificación de diferentes moléculas y biomoléculas y se han aplicado en sectores tan diversos como la agricultura, la seguridad alimentaria, la biomedicina o la protección civil. “Ahora pretendemos poner nuestro conocimiento al servicio de este nuevo objetivo para lograr la detección temprana de ambas bacterias”, señala la investigadora.
Los estudios darán comienzo en mayo o junio de 2025 y tendrá una duración de 48 meses, a lo largo de los cuales se irá distribuyendo el trabajo entre las diferentes entidades participantes.
Fuente: revistacampo.es